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lunes, 22 de octubre de 2012

Una tarde en casa.

Caminamos largo rato calle abajo por la gran avenida que iba, de su casa hasta la calle donde estaba el pequeño bloque de pisos donde vivía con mi hermano Pedro.

Íbamos muy lentamente, pero sin detenernos. A pocos metros de llegar a mi casa, pues ya se veía el portal al final de la calle, ella me pasó mi mano por encima de sus hombros y recostó su cabeza contra mi, debía estar agotada de haber llorado minutos atrás.

No sabía como sentirme en aquel momento, no podía pensar con claridad, estaba con Marta después de meses sin hablarnos y esquivar miradas por los pasillos, tras una discusión en plena calle y habiéndola hecho llorar.

Ignoraba si ella me quería, aunque suponía que no, tampoco tenia idea alguna de que era lo que ella sentía por mi o lo que pensaba de mi tras estos meses y más en concreto con lo que paso minutos antes. Con todas estas dudas y preguntas revoloteando por mi cabeza nos acercábamos al portal. 

Suavemente quité el brazo con el que le rodeaba los hombros y saqué las llaves del bolsillo de mi chaqueta, Marta se apoyó contra la pared mientras yo abría, se la veía muy apagada, sin ganas de nada ni de ver a nadie, supongo que accedió a venir conmigo por no regresar a su casa o acudir a la cita que tenía con los ojos hinchados por llorar.

Al fin abrí la puerta y cogí de nuevo a Marta de la mano, subimos unas pequeñas escaleritas y nos topamos de frente con el ascensor, abrí la puerta y nos metimos dentro. Subimos varios pisos y llegamos a la puerta de mi casa, continuaba sin creer lo que estaba pasándome. 

Giré la llave dentro de la cerradura y con muchos nervios la invité a pasar, mi voz temblaba. Entramos los dos y cerré la puerta, pasamos al salón y la senté en un pequeño sillón que teníamos, la dejé sola unos segundos y fui a la cocina a por un poco de agua y algo para comer. 

Regresé al salón y le ofrecí el agua y la comida, pero colo aceptó el agua, dijo que no tenía hambre y que estaba algo nerviosa y si comía algo seguramente le sentase mal. Dejé la comida encima de la mesa del salón y el vaso de agua del que Marta acababa de beber. 

No se si sería lo mas adecuado, pero la deje sola durante un rato y fui a mi habitación, me puse algo más cómodo para estar por casa, me quite los zapatos que llevaba y me puse unas sandalias algo más cómodas. Pasé por la habitación en la que dormían mis padres y encontré unas zapatillas que mi mi madre utilizaba para estar por casa, estaban algo viejas, pero todavía podrían servir de algo.

Con las zapatillas rosas y verdes de mi madre en la mano pase al baño y las limpié un poco con una toalla para quitarles el polvo que tenían de haber estado largo tiempo guardadas en un armario. Volví por donde había venido y entré otra vez en el salón. 

Dejé las zapatillas al lado de los pies de Marta, no dije nada, pero supuse que ella entendería que podía utilizarlas si quería para quitarse los tacones que llevaba, pues no me parecían nada agradables ni buenos para sus delicados pies. Ella los aceptó y rápidamente se quito sus tacones y se puso las zapatillas que le había traído.

Mientras ella se recostaba un poco en el sillón yo fui a sentarme en el sitio mas alejado de ese sillón que había, un sofá en la otra esquina del salón, parecía que huía de ella, pero solo intentaba darle espacio para que no se agobiase o no se sintiese agobiada. Posiblemente ella prefiriese que yo estuviera junto a ella y no al otro lado de la sala, pero era mejor que pidiese por si misma lo que quisiera cada momento.

Los dos permanecíamos inmóviles, sin mirarnos, sin hablar, simplemente en silencio y sumergidos en nuestros propios pensamientos. Marta levantó la cabeza miro al techo y se dejó caer tumbada en el sillón.

Marta comenzó a hablar entre susurros, era prácticamente inaudible, a veces se escuchaba alguna palabra pero no pude encontrar relación entre ninguna de ellas.

-¿Cómo te encuentras Marta?-Le pregunte con un leve hilo de voz, que pensé que ni escucharía.

-No sé como me siento, no sé que pensar sobre lo que me pasa y no sé que hacer ahora mismo.- Se la veía derrotada sin saber que dirección tomar.

Yo estaba bastante confundido con todo aquello, ella no quería saber nada de mi pero accedió a venir a mi casa. Con todo esto me decidí a preguntarle.

-¿Marta, hay algo de lo que quieras hablar?-Estaba muy confuso, no se si me escucharía, estaba sumergida en sus murmullos y sus pensamientos, pero si me escuchó.

-Si, hay algo de lo que me gustaría hablar Luis.- Se le notaba muy decaída, pero a la vez con ganas de hablar.

-Tranquila Marta, podemos hablar de lo que necesites, para algo están los amigos.-Le esbocé una leve sonrisa para que supiera que podía confiar siempre en mi, aunque creo que ella no me vio, estaba con la cabeza mirando al suelo.

-Luis, me gustaría saber cómo has pasado estos meses, quiero saber en qué has estado pensando o simplemente en que no has pensado.-Sabía que esa última pregunta la decía porque pensaba que no me habría acordado de ella.

Me quedé con la cara blanca, no sabía si debía contarle como lo pasé realmente y lo que es más, no sabía si estaría preparado para contárselo todo, pero a la vez no estaba dispuesto a ocultarle nada a ella. Con todas estas dudas en mi cabeza comencé a contarle...

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lo que pasó en el número 19

Mi mente estaba completamente en blanco, por mi cabeza no pasaba ni una sola frase, ni una sola palabra, ni tan solo una misera letra que pudiera salir de mis labios. Allí parado, observándola, esperando a que ella me dijese algo más, que me despertase de mi ensimismamiento y pudiésemos tener una conversación y hablar sobre aquellos meses sin saber nada el uno del otro.

-¿Se puede saber qué haces tú llamando al timbre de mi casa?- Se notaba el enfado en su mirada, percibía un sentimiento de indiferencia hacia mi y muchas mas cosas tan tristes que no sabre jamás como describir.-En todos estos meses no has encontrado el valor para hablarme en los descansos de clase o cuando nos cruzábamos por la calle y ¿vienes justo hoy a mi casa?.- La note completamente enfadada conmigo y yo no sabía como reaccionar a eso.

Parecía que ella iba vestida como para una cita muy importante, con un hermoso y elegante vestido negro, un pequeño bolsito dorado y unos zapatos de tacón altísimos y también dorados. Nunca me había fijado en ella como hasta ahora.

Por mi cabeza ahora si pasaban cosas, pero seguían sin aparecer las palabras adecuadas que decir en aquel preciso momento. Veía a Marta como una chica nueva, completamente diferente a la que conocí los dos días que compartimos a principio de aquel curso.

-¡Te he echado de menos Marta!- Esas fueron las únicas palabras que salieron de mis temblorosos labios aquella tarde.

Ella no hizo ningún gesto que delatase que tenía intención de seguir manteniendo una conversación conmigo y con la cabeza gacha y una mueca de decepción y tristeza en su rostro aceleró el paso y cruzó la esquina. No sé que pasaría después con ella, ni donde iría, ni que pensaría de mi, ni nada de nada, no tenía en absoluto conocimiento de nada de lo que estaba pasando.

Por mi cabeza pasaban pocas cosas en aquel momento, solo tenía dos opciones, o salir corriendo detrás de ella o volverme a mi casa y dar todas las opciones de poder hablar con ella por perdidas. Antes de que pudiera pensar que quería hacer mis piernas se movieron solas.

Salí corriendo de allí en la misma dirección en la que fue Marta minutos antes, en poco menos de un minuto llegué al final de aquella larguísima calle y al girar la esquina mi sorpresa fue mayúscula. Marta estaba sentada en uno de los primeros portales de aquella calle, con los zapatos de tacón en la mano y el bolso tirado en el suelo a unos metros de ella.

Tenía las manos en la cara como si estuviera llorando y yo no podía entender porqué. Ella simplemente me había ignorado durante todos estos meses y está claro que yo no hablé con ella, pero Marta también podría haberse dignado a decirme algo y no, no lo hizo me ignoró y provocó que yo lo pasase tan mal estos últimos meses.

Me acerqué poco a poco, pero con muchos nervios e intentando no hacer mucho ruido me senté a su lado. Estuve pensativo sin hacer ningún movimiento durante unos minutos, entonces visto que ella me ignoraba me dispuse a levantarme de allí para marcharme Marta me agarró de la camiseta y me volvió a obligar a sentarme junto a ella.

Entre lágrimas y sollozos me miró a los ojos y me abrazó, yo estaba si cabe más confuso que antes, ella no quería ni verme, pues salió huyendo de mi minutos antes, pero ahora me abrazaba. No era capaz de comprender nada de lo que me estaba pasando.

No soportaba verla tan mal, continuaba sin saber como definir mis sentimientos hacia ella, pero aún así no quería ni podía verla pasándolo mal. Me levanté de aquel escalón y la levanté a ella conmigo, seguíamos abrazados y ella no me soltaba al contrario, me apretaba más y más. La separé un poco de mi y saqué un pañuelo de mi bolsillo y le seque las lágrimas

-Marta no puedo verte así de mal, no se que te pasa, necesito que me digas algo y me ayudes a entender esta extraña situación.- No se si es lo que debía decir justo entonces, pero fueron las pocas palabras que conseguí articular.

-A ver Luis, tengo un lío tremendo en mi cabeza y no puedo decirte nada más.-Se secó las pocas lágrimas que todavía goteaban de sus hermosos ojos y prosiguió.- Necesito ir a algún sitio más tranquilo para pensar, pero no puedo volver a mi casa ahora, mi madre piensa que me fui con mis ex amigos.

No podía creerlo, seguía llamándoles ex amigos a pesar que había vuelto a salir con ellos. En ese preciso instante se me paso una cosa por la cabeza, no se si ella estaría cómoda con mi idea, o si realmente es lo que debía hacer pero no se me ocurrió nada más.

Ella no quería estar en un lugar público, porque a nadie le apetece llorar en la calle, pero tampoco quería ni podía volver a su casa al menos en un buen rato. En un arrebato de valentía como no había tenido nunca le dije algo que ni yo mismo creía que pudiese estar diciendo.

-Oye Marta, no se si es lo mejor en este momento, pero mi hermano se fue de viaje un par de días y no hay nadie en mi casa, si no quieres volver a tu casa puedes quedarte conmigo hasta que puedas volver o te sientas con ganas de regresar a tu casa o con quien hubieses quedado.

Hubo una pausa, yo no dije nada más pues ya le había hecho una propuesta ahora tenía que sopesarla ella. Marta no decía nada ni hacía ningún gesto, solo miraba al horizonte, pero en un momento se movió y fue a recoger del suelo su bolso y sus zapatos de tacón.

Cuando los tuvo en sus manos, se sentó otra vez en el escalón de aquel portal con el número 19 y se colocó los preciosos zapatos en sus pies, se levantó, se dirigió de nuevo hacía mi y me dijo:

-Gracias Luis, no es lo que más me apetezca en este momento pero la tuya es la mejor opción que tengo.- Me cogió de la mano y andamos de camino de vuelta a casa.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La decisión.

Marta y yo nos cruzábamos a penas por los pasillos, cruzábamos muchas miradas, se notaba que los dos teníamos muchas ganas de volver a hablarnos. Ella había vuelto a salir con los amigos con los que riñó este verano.

Siempre que me encontraba solo y con un momento para pensar, cosa que sucedía muchas veces en mi día a día, me dedicaba a pensar en que sería de ella, en si realmente seria o no feliz con sus amigos, esos que tanto la habían despreciado en verano. 

Pero un día mi hermano me dijo que fuera lo que fuese lo que rondara por mi cabeza dejase de lamentarme por ello y hiciese algo al respecto, que estando en el sofá tirado todo el día no arreglaría nada solamente iría a peor. El no sabía nada de mi vida, aunque eramos familia no confiaba mucho en él y nunca le conté mis problemas.

Esta vez todo era diferente, sentía la necesidad de compartir esto con Pedro. Así pues le conté lo poco que hicimos aquellos dos días juntos, le conté todo lo que Marta me dijo sobre sus vacaciones este verano. Mi hermano no se lo podía creer, simplemente alucinó con todo aquello hasta que al final reaccionó.

-No se si lo que sientes por ella es amor, o simplemente te encaprichaste por haber pasado dos días tan buenos juntos y no se si ella te querrá o simplemente se acercó a ti por soldad, pero eso es algo que debes descubrir.  -Entonces dijo una frase que jamás olvidaré.- Si tu de verdad la quieres solo puedes hacer una cosa y es descubrir lo que ella siente por ti.-Hizo una pausa y continuó.- Si te quiere no le importarán los meses de distanciamiento pero si no yo siempre estaré aquí para apoyarte.

Yo estaba atónito, todos estos años intentando no pedir consejo a mi hermano y resulta que me había dado uno de los mejores consejos de mi vida. A parte de esto, también había conseguido darme ánimos de seguir adelante.

Me di cuenta de que no podía estar mal toda mi vida por alguien que ni sabía si le importaban mis sentimientos o pasaba de ellos. Había estado casi cuatro meses como alma en pena por el instituto por la biblioteca los días que había ido a estudiar para los exámenes y por casa donde solo me aguantaban mi hermano y el gato.

Continué con malas caras e ignorándola como todo este tiempo, hasta que un día harto de todo me decidí por escribirle un mensaje. Si, soy un cobarde por no tratar las cosas a la cara, o eso es lo que yo he pensado siempre.

Nunca me he atrevido a decir según que cosas, siempre he buscado la opción fácil, aunque en este caso creo que ninguna opción era fácil, puesto que podía salir muy bien y que volviéramos a entablar amistad, o muy mal y perder el contacto para siempre.

Tenía que tomar una decisión rápido, o nunca sabría lo que yo sentía por ella ni lo que ella sentía por mi. Estábamos a un par de semanas de terminar el segundo trimestre y muy saturados de exámenes. Después de estos tendríamos un par de semanas de vacaciones antes de encarar la recta final del curso.

El primer día de vacaciones después de los exámenes me pensé mejor la idea de mandarle un mensaje y aunque no se de donde salieron mis fuerzas me presenté aquella tarde en su casa.

Mil cosas pasaban por mi cabeza, no se si era amor, si era un simple encaprichamiento o si me llevaría la mayor decepción de mi vida.

Llamé al timbré de su casa y pregunte por ella, me dijeron que enseguida bajaba. Yo no contesté nada más, me quedé sorprendido pero supuse que habría quedado con sus amigos y por eso bajaría.

Estuve esperando como unos diez minutos, entonces la vi bajar por las escaleras de su finca aunque ella no me vio a mi de momento. Una vez abrió la puerta y salió su cara de sorpresa fue digna de ver.

-¡LUIS! ¿Qué haces tu aquí?- En su cara noté sorpresa al verme, por suerte no noté que estuviese enfadada, pero tampoco que se alegrase de verme allí.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Distanciamiento.

De camino a casa solo podía pensar en lo que acababa de suceder, no me quitaba aquel inesperado beso de mi cabeza, pero a la vez solo quería olvidarme de aquel suceso, porque sabía que nunca se iba a repetir.

Caminaba con dirección a mi casa, pero inconscientemente y sin saber porqué acabé frente al portal de casa de Marta, inmediatamente salí corriendo de allí y fui a mi casa. Llegué al portal de mi casa y no acerté a abrir la puerta, estaba nervioso y no sabía como tranquilizarme. Al fin abrí y subí a casa, allí solo me esperaban mi gato y mi hermano mayor, Pedro.

Vivíamos los dos solos, mis padres nos dejaron al separarse porque ninguno quiso hacerse cargo de nosotros. Mi hermano trabajaba todo el día para mantener todo lo que teníamos: casa, coche, mascotas y sobretodo a nosotros mismos. La casa estaba pagada por nuestros padres pero debemos mantenerla limpia y siempre con comida y cosas suficientes para vivir cómodamente.

La historia de nuestra vida es triste si, pero no puedo ni debo pensar en eso ahora, solamente podía pensar en como había transcurrido todo aquella tarde. Se hacía de noche y yo fui a tumbarme al sofá antes de ir a dormir para descansar y coger con todas las fuerzas posibles el nuevo día.

Tan absorto estaba en mis pensamientos que no me di ni cuenta que mi hermano había apagado la televisión y se había ido a dormir hacía ya horas y que tenía a mi gato tumbado sobre un cojín que tenia encima de mis pies.

Casi eran las cuatro de la mañana y a las siete debía levantarme para poder estar a tiempo en clase una hora más tarde. Me fui a mi habitación y caí directamente sobre la cama encima de la colcha sin abrirla, sin ponerme el pijama, sin ganas de nada. Estaba de un humor extraño, no quería saber nada de nadie solo quería saber porque pasó lo que pasó aquella tarde.

No creo que Marta pudiera haberse enamorado de mi en tan solo dos días, es prácticamente imposible y por otra parte yo a día de hoy no sentía nada por ella más allá de amistad, no creo que pueda enamorarme de nadie en tan solo dos días.

Seguía pensando y pensando en todas estas cosas, yo no quería pero los pensamientos venían solos a mi cabeza. Por fin media hora aproximadamente después de meterme en la cama me dormí y lo que a mi me parecieron unos segundos y en realidad fueron dos horas y media más tarde me desperté y completamente sin poder sentir nada me puse a punto para otro anodino día de clase.

Caminaba sin ganas por la calle, camino a clase y la vi a lo lejos, allí estaba ella. Vaya momento más extraño, estaba viviendo lo que se conoce como un "déjà vu". Esta era la misma escena que viví dos días atrás en el primero del curso.

Si era exactamente la misma escena que poco tiempo antes, pero esta vez estaba completamente convencido que tendría un final totalmente distinto.

Aceleré mi paso aunque no se por qué. Supongo que sería simplemente por la inercia de repetir la misma escena. Estuve detrás de ella durante un rato, parecía que la siguiese. Pero poco a poco Marta aminoró la marcha y yo continuaba acelerando hasta que pasé por su lado y giré levemente la cara y vi que no levantaba la mirada hacia mi.

Pensé que lo de la tarde anterior había sido un error y un hecho aislado que valía la pena olvidar. Simplemente me dirigí rápidamente a clase y ignore todo cuanto había a mi alrededor.

Pasaban las horas de clase y los descansos y ambos nos ignorábamos. Varios días pasaron así, ni una ni otro se atrevía a acercarse a hablar. Todo parecía haber vuelto a ser como antes, aunque sabíamos que todo era diferente entre nosotros.

Pasaban los días de clase, incluso varias semanas y todo era igual, monótono, anodino, rutinario y más sinónimos que no consigo recordar ahora. Nada cambiaba, uno y otro hacíamos lo mismo día tras día: íbamos a clase sin cruzar palabra, hablábamos con nuestros respectivos "amigos", aunque cada uno sabía que no eran amigos simplemente gente con la que salir para olvidar a otras personas.

Así pasaba el tiempo para nosotros, cruzábamos miradas por los pasillos, pero ninguno se atrevía a dar ningún paso más. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Discusión en plena calle.

Al escuchar aquel grito, me giré inmediatamente y aun sin saber que me pasaba me dirigí hacia ella. Marta pretendía que yo le diese alguna explicación de por qué salí de allí sin decirle nada ni tan siquiera un simple "Hasta mañana".

Marta me dijo que le sorprendió mucho que me fuese tan de sopetón y me preguntó que si estaba molesto con algo o si simplemente me olvidé de ella. Yo estaba allí, pero mi cabeza continuaba aun en la conversación que mantuvimos en la Heladería. No podía comprender como era aquella situación que vivía ahora.

¿Debía pensar que ella se acercó a mi solo porque otras personas se lo dijeron? o por otro lado, ¿debería darle un voto de confianza y creer que se dignó a hablar conmigo por voluntad propia?.

Algún día mis preguntas tendrían una respuesta, pero me parecía que no iba a ser hoy ese día. Aproximadamente media hora. Es lo que estuvimos el uno frente al otro, en mitad de la calle sin decir nada, mirándonos fijamente a los ojos, cristalinos, a punto de brotar lágrimas de ellos aunque no hubiese motivos.

Finalmente Marta se dio la vuelta con la cabeza gacha, pero no se movió de allí. En un acto de desesperación por no saber que pasaba le conté todas las dudas que rondaban por mi mente. Ella se quedó mirando al suelo y cuando terminé soltó una risa irónica y me miró con cara de sorprendida.

-¿Realmente crees que si no fuese por voluntad propia habríamos quedado estos días?, ¿No crees que si a mi no me hubiese apetecido, por mucho que me dijesen que eras así habría pasado de hablar contigo?- Marta dijo esto indignadísima y con cara realmente de enfado.

No sabía que hacer, como reaccionar, que pensar. Acababa de tener una discusión con alguien con quien apenas llevaba dos días hablando. Yo realmente no pensaba que ella no quisiera hablar conmigo y solo hablase por lo que le habían contado de mi aquel verano, pero era lógico, o al menos eso creo yo que si alguien no te habla en mas de diez años compartiendo clase y justo empieza a hablarte después de contarte esa historia pueden surgir ciertas dudas.

-Mira Marta, no llevamos ni dos días de clase y ya hemos hablado más que durante el resto de años juntos en el colegio.- ¡Yo discutiendo el mitad de la calle!, ¡YO!, la persona mas tranquila que jamás ha existido.-Y siguiendo con esta conversación, no creo que hayas hablado conmigo solo por eso pero comprende que es extraño que una persona solitaria como yo, le hable tanto alguien como tu que siempre se ha relacionado con la gente mas popular del instituto. Aun con los problemas que has tenido con ellos me sorprende.

-Luis no creo que debas poner en duda el por qué me he decidido a hablar contigo, te he contado mis problemas este verano me he sincerado contigo y me he excusado una y mil veces por no fijarme en ti todo este tiempo, estuvo mal por mi parte lo se, pero tenía otras amistades que me presionaban.- Marta estaba a punto de llorar y casi no le salían las palabras pero no podía dejar de hablar.- No hablé contigo porque si no mis amigos me rechazarían y por aquel entonces aún pensaba que eran gente que merecía la pena cosa que se que ahora no son.

Lo pienso y no se porque reaccioné así, pero lo único que se me ocurrió en aquel momento fue secarle las lágrimas con mis manos, abrazarla lo más fuerte que pude y decirle al oído que se tranquilizase, que entendía perfectamente lo que había vivido ella todos estos años.

Marta me separó de aquel eterno abrazo ya más calmada y nos volvimos a quedar mirando fijamente. Fueron unos segundos que nunca sabré describir y así sin más, de pronto, sin esperarlo... ¡ME BESÓ!.

Anonadado y con la piel de gallina, me quedé allí plantado un buen rato mientras ella corría calle arriba de vuelta a casa sin haberme dicho nada después de aquel inesperado beso. Tras unos minutos en los que yo aun no era consciente de lo que acababa de pasar y ya había perdido de vista a Marta, regresé a la heladería cogí la chaqueta que allí había olvidado y regresé tranquilamente a casa.

domingo, 26 de agosto de 2012

Un verano extraño.

Caminábamos tranquilamente hacia el lugar donde pretendíamos pasar la tarde charlando como el día anterior, llegamos y nos sentamos en la misma mesa en la calle que ayer, todo transcurría como la vez anterior, pero Marta estaba algo más callada.

-Siento no hablar tanto como el otro día, pero estoy nerviosa por lo que tengo que contarte.-tragó saliva se quedó mirándome y yo no sabía que es lo que podría salir de aquella boquita.- Tengo que decirte, que sabrás que nunca antes había hablado con nadie que no fuese de mi grupo de amigos, pero este verano tuve problemas con ellos y me di cuenta de muchas cosas.

No me esperaba aquello, me pillo de improvisto, pensaba que me diría algo mas alegre. Le dije que fuera lo que fuese lo que tenía que decir que no pasaba nada que se tranquilizara. Que lo que hubiese pasado no tenía porque ser malo.

- Discutíamos mucho...- Marta siguió con su explicación.-... a pesar de todos los años que llevábamos juntos no éramos capaces perdonarnos pequeñas diferencias y roces que pasaron durante este verano. No nos soportábamos, pasamos demasiado tiempo juntos y al final todos dejaron de hablarme, decían que yo era una persona que tan solo era fachada, dejé un tiempo de salir con ellos y descubrí que no les echaba en falta. Entonces me di cuenta que no eran amigos de verdad, ni ellos se preocuparon por saber si yo estaba bien, ni yo notaba su ausencia en mi vida.-Hizo una pausa para respirar, pues se le notaba triste y continuó explicándome.- Decidí aquel día que desde entonces no querría saber nada de ellos y que conocería a gente nueva y no volvería a permitir que me pasase lo que sucedió con ellos.

Dicho todo esto yo estaba anonadado, no sabía que decir, en aquel momento solo podía pensar que ella era amable conmigo porque no tenía a nadie más, porque se había quedado sola, pero para mi sorpresa Marta me iba a hacer ver que las cosas no eran como yo las veía en ese momento y que no se acercó a mi porque no tuviese a nadie más, si no que alguien le habló de mi aquel verano y sintió mucha curiosidad por conocerme.

-Este verano, me fui de campamento porque no quería ver a mis "amigos"...-dijo Marta con voz temblorosa.-... y casualmente conocí a una chica que hablaba maravillas de un chico con el que años atrás había compartido campamento.-No me esperaba que lo que ella estaba a punto de contar.-Una chica llamada Victoria, me empezó a hablar de un chico muy educado e inteligente, que siempre estaba para los demás cuando le necesitaban y que no le importaba mirar por el bien de otros antes que por el suyo propio, Victoria y su novio Álvaro, me hablaban continuamente de ti, aunque evidentemente en aquel momento yo no sabía que aquel chico misterioso eras tu.

Seguía sin saber como reaccionar a eso, yo conocí a aquella pareja en un campamento cuando tan solo tenía doce años, después de tantos años ellos seguían pensando cosas maravillosas sobre mi, y lo que es más, ella no sabía que se trataba de mi, pero me contaba que querría poder conocer a la persona de la que tan bien le hablaron.

A Marta le contaron todo lo que yo hice por la gente del campamento y lo que hacía por cualquier persona siempre que se me presentaba la ocasión. Ella pensaba que fuera como fuese debía conocer a ese chico, era una persona que a su parecer merecía mucho la pena, no como los amigos que la dejaron de lado por un simple malentendido.

Me contó que les preguntaba mucho sobre esa misteriosa persona, hasta que un día se dio cuenta que nunca le habían dicho ni de donde era ni como se llamaba y por ello decidió preguntarlo ella misma. Victoria y Álvaro le dijeron que se llamaba Luis y que vivía en un pequeño pueblecito, que casualmente, era el mismo donde ella residía.

Marta se quedó pensativa y no recordaba conocer a ningún Luis, ya que aún estando en el ultimo año de instituto nunca habíamos cruzado muchas palabras. Cuando empezó el curso ella si logró acordarse de mi e inmediatamente pensó que yo debía ser aquel Luis del que le habían hablado.

En aquel momento yo no sabía que pensar, ella solo quería conocerme por lo que le habían dicho otras personas, pero yo sin embargo siempre había estado dispuesto a conocer a todo el mundo aunque nadie se acercase a mi. No sabía qué hacer o qué pensar, entonces ella me dijo que solo quiso conocerme de verdad cuando se enteró de que ese Luis era yo, porque me había tenido todos estos años delante y por culpa de los prejuicios de sus amigos no se atrevió a hablar nunca con nadie.

Supongo que eso es bueno, ya que así podríamos conocernos, pero yo en ese momento necesitaba tiempo para pensar y saber si ella realmente quería conocerme por como era yo y por voluntad propia o simplemente porque había dejado a sus amigos.

Yo me levanté de la mesa y fui a pagar lo mio, estaba aun aturdido por toda aquella información y no me di cuenta de decirle nada a ella, pagué y me fui hacia mi casa dejándola allí sola. Marta salió corriendo detrás de mi pero yo no me detuve hasta que ella grito mi nombre en medio de la calle más transitada del pueblo.

martes, 21 de agosto de 2012

Otro día más.

Me acosté mirando al techo de la habitación y pensando en aquel día tan fuera de lo común. No se si había sido real o no, simplemente pasé un buen día con la que seguro sería una persona con la que compartiría muchos momentos buenos este año. Me costó mucho dormir ese día y casi no descansé fue como un parpadeo, antes de cerrar los ojos ya estaba estirando la mano para apagar la alarma del móvil.

Desconecté la alarma, pero me volví a dormir, aún era pronto tenía tiempo más que de sobra para poder ducharme y salir corriendo a clase. Al final así fue, llegaba tarde como siempre y hoy no tendría la suerte del día anterior porque este profesor no se retrasaba nunca.

Llegué a clase y la puerta ya estaba cerrada, así que me bajé tranquilamente a la biblioteca del instituto a leer un rato y a esperar a la siguiente clase, pero por las escaleras me encontré casualmente con Marta ella también llegaba tarde.

- ¡Buenos días Luis! - me dijo Marta mientras subía apresurada las escaleras. 

Marta llegó a la puerta de clase y también se encontraba cerrada, había llegado casi quince minutos tarde. Nos volvimos a encontrar en la biblioteca, ya que ella se bajó allí a leer y a hacer tiempo hasta que empezase la siguiente clase. Los dos nos pusimos a leer cada uno en un rincón diferente de la biblioteca. Marta leía una novela juvenil y yo un libro de ciencia ficción, nuestros gustos eran totalmente opuestos. 

Cuando tocó la sirena que advertía que debíamos entrar a la siguiente clase ambos cerramos los libros, los guardamos en nuestras mochilas y volvimos cada uno a su clase, pero por el camino Marta me pidió algo.

- Una cosa Luis, ¿te importaría que pasáramos luego la hora de descanso juntos en el patio?- Se calló se quedó mirándome y esperando mi respuesta.

-Claro que si, no hay ningún problema nos veremos en el patio entonces.- Ella se sonrojó un poco y entonces nos despedimos, ella iba a darme un abrazo, pero se empezaron a abrir las puertas de las clases y la gente comenzó a salir, no me lo dio y salió corriendo a su clase. 

Pasaron las horas de clase que quedaban antes del descanso y yo no podía prestar atención a lo que decían los profesores, solo podía intentar no quedarme dormido y pensar en por qué ella quería que compartiésemos el tiempo de descanso.

Sin darme cuenta de nada llegó la hora del descanso y me dirigí al banco donde Marta pasó el tiempo el día anterior. Allí no encontré a nadie, decidí esperar unos minutos, igual simplemente se habría retrasado al salir de clase.

Al fin, tras un largo rato esperándola apareció y comenzamos a hablar, ella me contaba que quería explicarme lo que no me dijo el día anterior a la pregunta que yo le hice, pero que no quería contármelo allí. Así que quedamos para aquella tarde, saldríamos juntos de clase e iríamos a tomar algo donde la tarde anterior.

Pasaron las horas de clase y fui a casa a comer, después del descanso para comer volví para las clases de la tarde tan monótonas, aburridas y sin ningún aliciente para mi como siempre. Solo deseaba que las horas pasaran rápidamente para poder salir y volver a casa.

Llegó la hora de volver a casa y yo sin pensármelo ni un solo segundo me dirigí con paso firme hacia mi casa. Estaba a mitad de camino cuando me acorde de algo, había quedado con Marta, casi se me olvida, así pues regresé rápidamente al instituto y allí estaba ella en la puerta esperándome. Le pedí disculpas por mi mala cabeza y los dos anduvimos el camino a casa como el día anterior para dejar las mochilas e ir mas tarde a hablar como ella me dijo.

martes, 14 de agosto de 2012

Una pregunta incómoda.

Durante un buen rato estuvimos hablando sobre cosas sin sentido, temas triviales que no llevan a ninguna parte, entonces vino el camarero y paró aquella conversación sin sentido. Los dos pedimos algo, el camarero se fue y por un momento se creó un silenció que ninguno de los dos se atrevió a romper.

Seguíamos ambos en silencio sin saber que decir cuando volvieron con nuestro pedido. Los dos empezamos a comer y por intentar que aquello no fuese tan incomodo le pregunte:

-Oye Marta, ¿puedo hacerte una pregunta? - Me quedé mirándola y esperando que me dijese algo o me diese permiso, no sabía si le podía incomodar que yo fuese tan directo habiendo sido siempre tan tímido.

Ella paró de comer, se giró y con una enorme y preciosa sonrisa asintió con la cabeza y dijo - Claro Luis, puedes preguntar cuanto quieras y sin miedo. - y dicho esto se cruzó de brazos esperando mi pregunta.

Entonces yo le pregunte esperando que no le ofendiesen mis palabras - Espero que no te moleste la pregunta - hice una pequeña pausa porque no estaba seguro de querer preguntar, pero entonces ella me miró fijamente a los ojos esperando que yo le preguntase lo que quisiera que fuera a preguntarle y no me lo pensé más y le pregunte.- ¿por qué te sentaste sola hoy en el descanso de las clases?, si no quieres contestarla no pasa nada pero es algo que me sorprendió ver.

Marta se quedó unos segundos en silencio, supongo que meditando la respuesta que iba o que quería darme y entonces habló - Claro que quiero contestarte no voy a ocultar nada aunque es algo que me incomoda un poco hablar.- Dicho esto me quedé sin saber que decirle o que hacer pero tenía que decir algo y rápido antes de que ella pensara que no me importaba. 

Reflexioné un segundo sobre qué podría decirle y salieron solas las palabras de mi boca. - Tú no te preocupes, no es necesario que me contestes ahora si no quieres y si no contestas tampoco pasa nada. - me quedé mirándola y entonces los dos nos levantamos a la vez.

Nos dirigimos dentro del local a pagar lo que nos habíamos tomado, y yo intentando ser cortés le insistí a invitarla, pero ella no me dejó así que pagamos cada uno lo nuestro y volvimos afuera. Nos miranos, nos dimos un abrazo, me dio las gracias por aquel rato tan agradable que acabábamos de pasar y me dijo que ojala pudiéramos quedar otro día y continuar conociéndonos mejor.

Una vez nos habíamos despedido yo pensé que no seguiríamos el camino juntos de vuelta a casa por el que llegamos hasta allí y así sucedió. Marta se fue por otro camino distinto al mio, se dirigía al centro de la ciudad y yo emprendí la marcha de vuelta a casa. Nada mas llegar fui directamente a mi habitación y puse el ordenador en marcha y sin yo esperarlo tenía un mensaje nuevo.

Abrí aquel mensaje que yo no esperaba y aún fue más mi sorpresa al ver que era de Marta. Lo empecé a leer y decía cosas como: "me ha gustado mucho hablar contigo" o "espero poder quedar otro día y continuar con esto". Yo, sorprendido de aquel mensaje me fui a cenar y más tarde a dormir.

Me metí en la cama intentando asimilar lo que había vivido en lo que aún era el primer día del último año en aquel instituto y posiblemente en mi ciudad. Sabía que lo que había pasado con Marta no era mas que el inicio de una buena amistad, pero aquella reacción a la pregunta que le hice por la tarde me dejó intrigado en saber que podía haberle pasado el verano para encontrarse tan sola en el instituto y lo que es más haber pedido el traslado de clase.

miércoles, 8 de agosto de 2012

De vuelta a casa.

Por un momento se creó un silencio incómodo en el que ninguno de los dos dijo una sola palabra, ninguno estaba dispuesto a empezar la conversación así que me armé de valor y le pregunté:

-Querría hablar contigo sobre lo que ocurrió el otro día...- le dije sin casi entenderme a mi mismo mientras hablaba de lo nervioso que me encontraba- ... no se que pasó, ni porqué pasó, pero me gustaría como decías en la nota que me dejaste quedar algún día para poder conocernos mejor.-no creía que esas palabras saliesen de mi, el chico mas tímido que jamás hubo sobre la faz de La Tierra, pero efectivamente aquel si era yo.

Ella se quedó pensativa unos segundos, supongo que sorprendida por mi repentino cambió de actitud. No era normal que me acercase a hablar con nadie. Entonces ella me dijo:

-Lo único que quiero decirte es que me encantaría poder conocer a todas las personas con las que he ido a clase durante toda mi vida y aunque no acabáramos cayéndonos bien, por lo menos habremos tenido la posibilidad de conocernos.- dicho esto agachó la cabeza mirando al suelo y anduvimos durante unos minutos sin decir nada más.

Más tarde llegamos frente al portal de mi casa, ella se detuvo esperando una despedida y que yo me quedase allí, pero no fue así, me ofrecí a acompañarla a su casa y así poder charlar un poco más ya que vivía a un par de manzanas de mi casa. Se mostró sorprendida ante aquella actitud mía, pero poco a poco retomamos la conversación y el tiempo se nos fue rápidamente.

En un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos en su portal hablando de cosas que habían pasado durante todos estos años, compartiendo clase y casi sin saber de la existencia el uno del otro. Los dos fuimos juntos a clase desde jardín de infancia hasta este ultimo curso en el que nos habían separado. Coincidíamos siempre en clase pero nunca nos decidimos a dirigirnos la palabra, ella estaba siempre rodeada de gente y siempre con amigos y yo pasaba los recreos y las tardes solo en casa con la única compañía de mi gato.

Nada mas llegar a su portal nos pusimos el uno frente al otro, cesó la conversación tan bruscamente que ninguno supo como reaccionar. Marta, así se llamaba ella, salio corriendo sin decir nada y subió a su casa. Yo me quedé plantado frente a su portal sin poder moverme al no esperar aquella reacción por su parte. Pocos segundos después sin tampoco esperarlo Marta volvió a aparecer por el umbral de la puerta que se había quedado abierta antes y se dirigió a mi:

-Luis,-que aunque no lo dije antes así me llamo yo- ¿qué te parece si continuamos conociéndonos en la heladería?- soltó una risita y se colocó el bolso en el hombro.

Me quedé sorprendido por lo que pasaba en aquellos momentos, pero al final conseguí articular palabra y le dije -¡Estaré encantado de seguir charlando contigo donde sea!- no se si me mostré demasiado entusiasmado o no, pero estaba nervioso y no pude controlar mis palabras, continué hablando - Marta primero pasemos por mi casa y así puedo dejar mi mochila y estar mas tranquilos charlando.

Marta me acompaño encantada a mi casa, no estaba muy lejos y una vez llegamos subí a toda prisa, deje la mochila, me cambié la camiseta empapada en sudor por los nervios, cogí algo de dinero y bajé corriendo para no hacerla esperar mucho.

En cuanto nos volvimos a encontrar nos dirigimos a la heladería que ella me dijo antes y al llegar nos sentamos en una mesa y continuamos con la fluida conversación que habíamos dejado antes.

sábado, 4 de agosto de 2012

La nota.

Me quedé parado unos minutos, mirando la hoja de cuaderno que ella me acababa de dar. No sabía que hacer, como reaccionar, si mirar aquella misteriosa nota o ignorarla por completo. Cuando me había decidido a leerla, escuché la sirena que indicaba que la hora de descanso había terminado y debía volver a clase. Entonces, guardé la nota en unos de los bolsillos de mi pantalón y fui corriendo a clase.

Nada mas llegar a clase me senté en mi sitio y me olvidé por completo de la nota. Pasaron las siguientes horas de clase y yo seguía sin acordarme de la nota. Acabaron las clases y yo me dirigí andando tranquilamente de vuelta a casa para ir a comer. En el trayecto de vuelta a casa pensaba en el encuentro de aquella mañana y esperaba encontrarla al salir de clases ya que ella no vivía muy lejos.

Una vez en casa fui a la cocina, abrí la nevera y saqué un plato con las sobras de la cena del día anterior. Comí rápido, tenía mucha hambre y en cuanto terminé de comer me dejé caer en el sofá para descansar un rato antes de volver a las clases de la tarde. Mi gato vino corriendo y se tumbó encima de mi pierna, entonces note como aplastaba algo que había dentro de mi bolsillo. Efectivamente era la nota que ella me dio en el descanso de las clases por la mañana.

Todavía no sabia si leer aquel trozo de papel o ignorarlo por completo, todo lo que había sucedido durante el primer día del nuevo curso era algo que jamás hubiese pensado que podría haberme pasado a mi. Me decidí y comencé a leer. Tenía una caligrafía perfecta aunque un poco temblorosa, supongo que estaría algo nerviosa al escribirla. Aquella nota decía lo siguiente:

"Sé que prácticamente no te he dirigido la palabra en todos los años que llevamos juntos en clase, pero los últimos meses del curso pasado me comencé a fijar en ti. Me di cuenta de lo inteligente que eras y le pregunté a la gente que te conocía que me contasen cosas acerca de ti. 

Pude darme cuenta de que nunca te he dado una oportunidad y querría poder conocerte antes de acabar este curso y no volver a saber nada de ti. Me gustaría poder saber mas cosas de ti y que quedásemos algún día si a ti te apetece."

Después de leerlo varias veces me quedé mirando al techo del salón sin saber como reaccionar. Ella me había ignorado durante todos estos años y ahora quería empezar a conocerme. Yo no sabía si ella decía esas palabras de verdad o simplemente quería que yo me crease ilusiones porque ella de verdad quería conocerme.

Llevaba mucho tiempo fijándome en ella y deseando que ella se diese cuenta de mi simple existencia, con un simple saludo suyo cuando nos cruzábamos por los pasillos ya habría sido más que feliz, pero me ignoraba por completo. Tenía que decidir que hacer con aquellas palabras, si ignorarlas o atreverme a quedar un día con ella, pero llegó la hora de volver a clase y dejé aquella decisión para otro momento.

Volví lo más a prisa posible a clase, llegaba tarde otra vez. Por el camino no me crucé con nadie, todo el mundo debía estar ya en clase. Entré por la puerta y me senté en mi sitio, el profesor no había llegado todavía, saqué la nota del bolsillo y la volví a leer. Estuve pensativo unos segundos y entonces se me ocurrió que es lo que haría, ya sabia como afrontar esta situación tan extraña.

Pasaban las horas y ya casi terminaban las clases por hoy. Como había estado pensando durante todo este rato decidí que la esperaría al salir de clase. Y así hice, cuando sonó la sirena que indicaba el final de las clases, me baje a la entrada del instituto y me senté en el banco que había al lado de la puerta de salida.

Un momento después apareció ella completamente sola, me levanté de mi asiento y corrí a ponerme a su lado. La saludé y ella solo me dirigió una leve sonrisa. Caminamos un rato los dos juntos sin apenas decir nada y fue cuando ya no había nadie a nuestro alrededor, que yo me decidí a hablarle de lo que ella me había escrito en la hoja de su cuaderno.

martes, 31 de julio de 2012

Un suceso inesperado.

Después de escuchar aquellas palabras salir de su boca, me quede un momento sin saber como reaccionar, solo pude balbucear lo que pretendía ser un "¡hola!". Estaba tan nervioso en aquel momento, mi cara debía estar tan sonrojada que ella debió notarlo, porque acto seguido me preguntó: 

- ¿Te encuentras bien?- Puso una mano sobre mi hombro y me miró a los ojos.

Comencé a sudar, el corazón se me iba a salir del pecho y para colmo ella esperaba una respuesta y yo no era capaz de articular palabra alguna. Entonces sin saber porque reaccioné así la abracé y para mi sorpresa ella no se apartó, me devolvió el abrazo aún mas fuerte que el que yo le di.

Toda esta situación era algo surrealista para mi. Cuando nos separamos de aquel inesperado abrazo, ella me miró a los ojos y pude ver como estaba completamente sonrojada. Tras unos segundos de completo silencio, recogió su bolso del suelo, se le cayó del hombro al darnos aquel abrazo, acelero el paso y la perdí de vista en pocos segundos.

Cuando conseguí darme cuenta de la hora que era, me coloqué bien la mochila a los hombros y salí corriendo hacia clase. Una vez allí busqué en las listas que clase me tocaba, me dirigí allí y conseguí entrar segundos antes de que el profesor cerrase la puerta. Una vez dentro, debía elegir un sitio rápido y sentarme, no podía pasarme el día de pie frente a todo el mundo. Así pues me fui al fondo de la clase y me senté en  el pupitre más alejado que había, solo, sin compañía.

Ya sentado y habiendo recuperado la respiración por la carrera que había hecho para llegar a tiempo a clase, mire a mi alrededor y pude ver las mismas caras de todos los años, la misma gente, el mismo profesor que años atrás había menospreciado mi capacidad y al que había demostrado que estaba equivocado.

Mi sorpresa llegó cuando en aquella clase pude ver efectivamente, todas las caras de siempre salvo una, la suya, la de aquella chica que nunca me había dirigido la palabra pero minutos antes me había abrazado como si no hubiera mañana. Me pasé las siguientes horas de clase con la mente en aquel momento tan extraño, dibujando en la mesa cosas sin sentido y pensando si no habría sido todo aquello producto de mi imaginación.

Llegó la hora del descanso y yo solo podía seguir sentado en mi pupitre absorto en mis pensamientos, hasta que el profesor me llamó para que saliese de clase y pudiera cerrar la puerta. Me dediqué el tiempo del descanso a caminar por el patio del instituto sin rumbo fijo, no tenía con quien ir ni con quien hablar.

Yo no sabía bien aún que había pasado aquella mañana pero pronto podrían despejarse mis dudas, no la vi a ella antes, pensé que podrían haberla cambiado de clase, aunque no le di importancia. Seguí andando por el patio y la vi, sola, en un banco, sin hablar con nadie. Aquello me resulto extraño, ella era una chica con muchos amigos que nunca estaba sola y menos aún sentada en un banco con mirada triste.

No sé que pasó por mi cabeza en aquel momento pero fui sin pensarlo con paso decidido a sentarme a su lado, no dije nada simplemente me puse a su lado y esperé para ver si ella reaccionaba a mi presencia. Ni se inmutó durante un buen rato, simplemente se dedicaba a escribir en un pequeño cuaderno.

Entonces ella se giró hacia mi, se quedó mirándome, arrancó una hoja de aquel cuaderno, me la dejó en la mano, se levantó y se marchó. Allí me quede yo, sin saber que hacer, sin saber si leer aquella nota o ignorarla por completo...

domingo, 29 de julio de 2012

El primer día de mi nueva vida

Y allí estaba yo, corriendo sin saber a donde iba, a donde me dirigía, por un callejón angosto y oscuro con apenas un ápice de luz a lo lejos. Se escuchaba apenas con claridad, el maullido de un gato y el ulular de un búho. En un abrir y cerrar de ojos todo se quedo en penumbra y poco a poco esa tenue luz desapareció y entonces, desperté, sudando, jadeando, y con el corazón en un puño.

Me paré y vi que todo había sido un sueño. Miré a mi alrededor sin levantarme de la cama, vi mi habitación tan desordenada como siempre, ropa por el suelo, por encima del escritorio sin dejar ver mi ordenador, por todos sitios menos en el armario, donde debería estar. También pude ver ligeramente unos libros, que asomaban tímidamente por debajo de la camiseta que me quite el día anterior.

Entonces me incorporé, me froté los ojos, y busqué a tientas las zapatillas por el suelo gélido de la habitación, las encontré, me las puse y fui al baño, acto seguido salí del baño y llegue al salón, allí estaba mi gato dormido, enroscado encima del respaldo del sofá, encendí el televisor me tumbé en el sofá a hacerle compañía al gato y pegué una cabezada en la que casi tuve la impresión de que pasaron años.

Me levante sobresaltado, pensando que llegaría tarde clase, pero aún faltaba más de una hora, así pues, me fui a la ducha aún medio dormido, me quité la ropa me metí dentro y encendí el grifo y sin ganas de nada dejé que el agua cayera sobre mi, 5 minutos después solo cayéndome agua sobre mi, me duche lo mas rápido que pude y salí de allí a buscar una toalla para secarme, me sequé el cuerpo y aún con el pelo mojado entre en mi habitación.

Una vez allí cogí ropa interior del cajón del armario, unos pantalones de encima de una silla y la camiseta que tapa los libros de encima del escritorio, me vestí y salí a la cocina para desayunar, me bebí una taza de leche, una tostada y corriendo volví a la habitación a recoger mi mochila y salir a prisa de casa, llegaba tarde, me había entretenido vistiéndome y tenía que llegar a clase en menos de 10 minutos, cuando siempre tardaba casi media hora, aunque ese camino se tardaba en hacer 15 minutos.

Caminaba lentamente por la calle, con apenas las primeras luces del día, muy a lo lejos pude ver que se dibujaba tímidamente la silueta de una mujer, aceleré el paso y en pocos minutos me puse a la altura de aquella silueta, y efectivamente era ella, la chica con la que nunca me atreví a cruzar palabra alguna, pero hoy algo había cambiado y fue ella la que se dirigió a mi, para mi asombro me hablaba sonrojada y con una voz suave y tímida dijo:

-Buenos días, cuanto tiempo sin verte, te he echado de menos.

Yo no me podía creer que eso me estuviese pasando a mi, más de 10 años en la misma clase y jamás me había dirigido la palabra. ¿Qué habría pasado aquel verano que yo me pasé sin ver a mis compañeros de clase?. Así empezaba, con aquella sorpresa y las dudas de ¿por qué?, el primer día de mi último año de instituto antes de ir a la universidad.