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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lo que pasó en el número 19

Mi mente estaba completamente en blanco, por mi cabeza no pasaba ni una sola frase, ni una sola palabra, ni tan solo una misera letra que pudiera salir de mis labios. Allí parado, observándola, esperando a que ella me dijese algo más, que me despertase de mi ensimismamiento y pudiésemos tener una conversación y hablar sobre aquellos meses sin saber nada el uno del otro.

-¿Se puede saber qué haces tú llamando al timbre de mi casa?- Se notaba el enfado en su mirada, percibía un sentimiento de indiferencia hacia mi y muchas mas cosas tan tristes que no sabre jamás como describir.-En todos estos meses no has encontrado el valor para hablarme en los descansos de clase o cuando nos cruzábamos por la calle y ¿vienes justo hoy a mi casa?.- La note completamente enfadada conmigo y yo no sabía como reaccionar a eso.

Parecía que ella iba vestida como para una cita muy importante, con un hermoso y elegante vestido negro, un pequeño bolsito dorado y unos zapatos de tacón altísimos y también dorados. Nunca me había fijado en ella como hasta ahora.

Por mi cabeza ahora si pasaban cosas, pero seguían sin aparecer las palabras adecuadas que decir en aquel preciso momento. Veía a Marta como una chica nueva, completamente diferente a la que conocí los dos días que compartimos a principio de aquel curso.

-¡Te he echado de menos Marta!- Esas fueron las únicas palabras que salieron de mis temblorosos labios aquella tarde.

Ella no hizo ningún gesto que delatase que tenía intención de seguir manteniendo una conversación conmigo y con la cabeza gacha y una mueca de decepción y tristeza en su rostro aceleró el paso y cruzó la esquina. No sé que pasaría después con ella, ni donde iría, ni que pensaría de mi, ni nada de nada, no tenía en absoluto conocimiento de nada de lo que estaba pasando.

Por mi cabeza pasaban pocas cosas en aquel momento, solo tenía dos opciones, o salir corriendo detrás de ella o volverme a mi casa y dar todas las opciones de poder hablar con ella por perdidas. Antes de que pudiera pensar que quería hacer mis piernas se movieron solas.

Salí corriendo de allí en la misma dirección en la que fue Marta minutos antes, en poco menos de un minuto llegué al final de aquella larguísima calle y al girar la esquina mi sorpresa fue mayúscula. Marta estaba sentada en uno de los primeros portales de aquella calle, con los zapatos de tacón en la mano y el bolso tirado en el suelo a unos metros de ella.

Tenía las manos en la cara como si estuviera llorando y yo no podía entender porqué. Ella simplemente me había ignorado durante todos estos meses y está claro que yo no hablé con ella, pero Marta también podría haberse dignado a decirme algo y no, no lo hizo me ignoró y provocó que yo lo pasase tan mal estos últimos meses.

Me acerqué poco a poco, pero con muchos nervios e intentando no hacer mucho ruido me senté a su lado. Estuve pensativo sin hacer ningún movimiento durante unos minutos, entonces visto que ella me ignoraba me dispuse a levantarme de allí para marcharme Marta me agarró de la camiseta y me volvió a obligar a sentarme junto a ella.

Entre lágrimas y sollozos me miró a los ojos y me abrazó, yo estaba si cabe más confuso que antes, ella no quería ni verme, pues salió huyendo de mi minutos antes, pero ahora me abrazaba. No era capaz de comprender nada de lo que me estaba pasando.

No soportaba verla tan mal, continuaba sin saber como definir mis sentimientos hacia ella, pero aún así no quería ni podía verla pasándolo mal. Me levanté de aquel escalón y la levanté a ella conmigo, seguíamos abrazados y ella no me soltaba al contrario, me apretaba más y más. La separé un poco de mi y saqué un pañuelo de mi bolsillo y le seque las lágrimas

-Marta no puedo verte así de mal, no se que te pasa, necesito que me digas algo y me ayudes a entender esta extraña situación.- No se si es lo que debía decir justo entonces, pero fueron las pocas palabras que conseguí articular.

-A ver Luis, tengo un lío tremendo en mi cabeza y no puedo decirte nada más.-Se secó las pocas lágrimas que todavía goteaban de sus hermosos ojos y prosiguió.- Necesito ir a algún sitio más tranquilo para pensar, pero no puedo volver a mi casa ahora, mi madre piensa que me fui con mis ex amigos.

No podía creerlo, seguía llamándoles ex amigos a pesar que había vuelto a salir con ellos. En ese preciso instante se me paso una cosa por la cabeza, no se si ella estaría cómoda con mi idea, o si realmente es lo que debía hacer pero no se me ocurrió nada más.

Ella no quería estar en un lugar público, porque a nadie le apetece llorar en la calle, pero tampoco quería ni podía volver a su casa al menos en un buen rato. En un arrebato de valentía como no había tenido nunca le dije algo que ni yo mismo creía que pudiese estar diciendo.

-Oye Marta, no se si es lo mejor en este momento, pero mi hermano se fue de viaje un par de días y no hay nadie en mi casa, si no quieres volver a tu casa puedes quedarte conmigo hasta que puedas volver o te sientas con ganas de regresar a tu casa o con quien hubieses quedado.

Hubo una pausa, yo no dije nada más pues ya le había hecho una propuesta ahora tenía que sopesarla ella. Marta no decía nada ni hacía ningún gesto, solo miraba al horizonte, pero en un momento se movió y fue a recoger del suelo su bolso y sus zapatos de tacón.

Cuando los tuvo en sus manos, se sentó otra vez en el escalón de aquel portal con el número 19 y se colocó los preciosos zapatos en sus pies, se levantó, se dirigió de nuevo hacía mi y me dijo:

-Gracias Luis, no es lo que más me apetezca en este momento pero la tuya es la mejor opción que tengo.- Me cogió de la mano y andamos de camino de vuelta a casa.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La decisión.

Marta y yo nos cruzábamos a penas por los pasillos, cruzábamos muchas miradas, se notaba que los dos teníamos muchas ganas de volver a hablarnos. Ella había vuelto a salir con los amigos con los que riñó este verano.

Siempre que me encontraba solo y con un momento para pensar, cosa que sucedía muchas veces en mi día a día, me dedicaba a pensar en que sería de ella, en si realmente seria o no feliz con sus amigos, esos que tanto la habían despreciado en verano. 

Pero un día mi hermano me dijo que fuera lo que fuese lo que rondara por mi cabeza dejase de lamentarme por ello y hiciese algo al respecto, que estando en el sofá tirado todo el día no arreglaría nada solamente iría a peor. El no sabía nada de mi vida, aunque eramos familia no confiaba mucho en él y nunca le conté mis problemas.

Esta vez todo era diferente, sentía la necesidad de compartir esto con Pedro. Así pues le conté lo poco que hicimos aquellos dos días juntos, le conté todo lo que Marta me dijo sobre sus vacaciones este verano. Mi hermano no se lo podía creer, simplemente alucinó con todo aquello hasta que al final reaccionó.

-No se si lo que sientes por ella es amor, o simplemente te encaprichaste por haber pasado dos días tan buenos juntos y no se si ella te querrá o simplemente se acercó a ti por soldad, pero eso es algo que debes descubrir.  -Entonces dijo una frase que jamás olvidaré.- Si tu de verdad la quieres solo puedes hacer una cosa y es descubrir lo que ella siente por ti.-Hizo una pausa y continuó.- Si te quiere no le importarán los meses de distanciamiento pero si no yo siempre estaré aquí para apoyarte.

Yo estaba atónito, todos estos años intentando no pedir consejo a mi hermano y resulta que me había dado uno de los mejores consejos de mi vida. A parte de esto, también había conseguido darme ánimos de seguir adelante.

Me di cuenta de que no podía estar mal toda mi vida por alguien que ni sabía si le importaban mis sentimientos o pasaba de ellos. Había estado casi cuatro meses como alma en pena por el instituto por la biblioteca los días que había ido a estudiar para los exámenes y por casa donde solo me aguantaban mi hermano y el gato.

Continué con malas caras e ignorándola como todo este tiempo, hasta que un día harto de todo me decidí por escribirle un mensaje. Si, soy un cobarde por no tratar las cosas a la cara, o eso es lo que yo he pensado siempre.

Nunca me he atrevido a decir según que cosas, siempre he buscado la opción fácil, aunque en este caso creo que ninguna opción era fácil, puesto que podía salir muy bien y que volviéramos a entablar amistad, o muy mal y perder el contacto para siempre.

Tenía que tomar una decisión rápido, o nunca sabría lo que yo sentía por ella ni lo que ella sentía por mi. Estábamos a un par de semanas de terminar el segundo trimestre y muy saturados de exámenes. Después de estos tendríamos un par de semanas de vacaciones antes de encarar la recta final del curso.

El primer día de vacaciones después de los exámenes me pensé mejor la idea de mandarle un mensaje y aunque no se de donde salieron mis fuerzas me presenté aquella tarde en su casa.

Mil cosas pasaban por mi cabeza, no se si era amor, si era un simple encaprichamiento o si me llevaría la mayor decepción de mi vida.

Llamé al timbré de su casa y pregunte por ella, me dijeron que enseguida bajaba. Yo no contesté nada más, me quedé sorprendido pero supuse que habría quedado con sus amigos y por eso bajaría.

Estuve esperando como unos diez minutos, entonces la vi bajar por las escaleras de su finca aunque ella no me vio a mi de momento. Una vez abrió la puerta y salió su cara de sorpresa fue digna de ver.

-¡LUIS! ¿Qué haces tu aquí?- En su cara noté sorpresa al verme, por suerte no noté que estuviese enfadada, pero tampoco que se alegrase de verme allí.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Distanciamiento.

De camino a casa solo podía pensar en lo que acababa de suceder, no me quitaba aquel inesperado beso de mi cabeza, pero a la vez solo quería olvidarme de aquel suceso, porque sabía que nunca se iba a repetir.

Caminaba con dirección a mi casa, pero inconscientemente y sin saber porqué acabé frente al portal de casa de Marta, inmediatamente salí corriendo de allí y fui a mi casa. Llegué al portal de mi casa y no acerté a abrir la puerta, estaba nervioso y no sabía como tranquilizarme. Al fin abrí y subí a casa, allí solo me esperaban mi gato y mi hermano mayor, Pedro.

Vivíamos los dos solos, mis padres nos dejaron al separarse porque ninguno quiso hacerse cargo de nosotros. Mi hermano trabajaba todo el día para mantener todo lo que teníamos: casa, coche, mascotas y sobretodo a nosotros mismos. La casa estaba pagada por nuestros padres pero debemos mantenerla limpia y siempre con comida y cosas suficientes para vivir cómodamente.

La historia de nuestra vida es triste si, pero no puedo ni debo pensar en eso ahora, solamente podía pensar en como había transcurrido todo aquella tarde. Se hacía de noche y yo fui a tumbarme al sofá antes de ir a dormir para descansar y coger con todas las fuerzas posibles el nuevo día.

Tan absorto estaba en mis pensamientos que no me di ni cuenta que mi hermano había apagado la televisión y se había ido a dormir hacía ya horas y que tenía a mi gato tumbado sobre un cojín que tenia encima de mis pies.

Casi eran las cuatro de la mañana y a las siete debía levantarme para poder estar a tiempo en clase una hora más tarde. Me fui a mi habitación y caí directamente sobre la cama encima de la colcha sin abrirla, sin ponerme el pijama, sin ganas de nada. Estaba de un humor extraño, no quería saber nada de nadie solo quería saber porque pasó lo que pasó aquella tarde.

No creo que Marta pudiera haberse enamorado de mi en tan solo dos días, es prácticamente imposible y por otra parte yo a día de hoy no sentía nada por ella más allá de amistad, no creo que pueda enamorarme de nadie en tan solo dos días.

Seguía pensando y pensando en todas estas cosas, yo no quería pero los pensamientos venían solos a mi cabeza. Por fin media hora aproximadamente después de meterme en la cama me dormí y lo que a mi me parecieron unos segundos y en realidad fueron dos horas y media más tarde me desperté y completamente sin poder sentir nada me puse a punto para otro anodino día de clase.

Caminaba sin ganas por la calle, camino a clase y la vi a lo lejos, allí estaba ella. Vaya momento más extraño, estaba viviendo lo que se conoce como un "déjà vu". Esta era la misma escena que viví dos días atrás en el primero del curso.

Si era exactamente la misma escena que poco tiempo antes, pero esta vez estaba completamente convencido que tendría un final totalmente distinto.

Aceleré mi paso aunque no se por qué. Supongo que sería simplemente por la inercia de repetir la misma escena. Estuve detrás de ella durante un rato, parecía que la siguiese. Pero poco a poco Marta aminoró la marcha y yo continuaba acelerando hasta que pasé por su lado y giré levemente la cara y vi que no levantaba la mirada hacia mi.

Pensé que lo de la tarde anterior había sido un error y un hecho aislado que valía la pena olvidar. Simplemente me dirigí rápidamente a clase y ignore todo cuanto había a mi alrededor.

Pasaban las horas de clase y los descansos y ambos nos ignorábamos. Varios días pasaron así, ni una ni otro se atrevía a acercarse a hablar. Todo parecía haber vuelto a ser como antes, aunque sabíamos que todo era diferente entre nosotros.

Pasaban los días de clase, incluso varias semanas y todo era igual, monótono, anodino, rutinario y más sinónimos que no consigo recordar ahora. Nada cambiaba, uno y otro hacíamos lo mismo día tras día: íbamos a clase sin cruzar palabra, hablábamos con nuestros respectivos "amigos", aunque cada uno sabía que no eran amigos simplemente gente con la que salir para olvidar a otras personas.

Así pasaba el tiempo para nosotros, cruzábamos miradas por los pasillos, pero ninguno se atrevía a dar ningún paso más. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Discusión en plena calle.

Al escuchar aquel grito, me giré inmediatamente y aun sin saber que me pasaba me dirigí hacia ella. Marta pretendía que yo le diese alguna explicación de por qué salí de allí sin decirle nada ni tan siquiera un simple "Hasta mañana".

Marta me dijo que le sorprendió mucho que me fuese tan de sopetón y me preguntó que si estaba molesto con algo o si simplemente me olvidé de ella. Yo estaba allí, pero mi cabeza continuaba aun en la conversación que mantuvimos en la Heladería. No podía comprender como era aquella situación que vivía ahora.

¿Debía pensar que ella se acercó a mi solo porque otras personas se lo dijeron? o por otro lado, ¿debería darle un voto de confianza y creer que se dignó a hablar conmigo por voluntad propia?.

Algún día mis preguntas tendrían una respuesta, pero me parecía que no iba a ser hoy ese día. Aproximadamente media hora. Es lo que estuvimos el uno frente al otro, en mitad de la calle sin decir nada, mirándonos fijamente a los ojos, cristalinos, a punto de brotar lágrimas de ellos aunque no hubiese motivos.

Finalmente Marta se dio la vuelta con la cabeza gacha, pero no se movió de allí. En un acto de desesperación por no saber que pasaba le conté todas las dudas que rondaban por mi mente. Ella se quedó mirando al suelo y cuando terminé soltó una risa irónica y me miró con cara de sorprendida.

-¿Realmente crees que si no fuese por voluntad propia habríamos quedado estos días?, ¿No crees que si a mi no me hubiese apetecido, por mucho que me dijesen que eras así habría pasado de hablar contigo?- Marta dijo esto indignadísima y con cara realmente de enfado.

No sabía que hacer, como reaccionar, que pensar. Acababa de tener una discusión con alguien con quien apenas llevaba dos días hablando. Yo realmente no pensaba que ella no quisiera hablar conmigo y solo hablase por lo que le habían contado de mi aquel verano, pero era lógico, o al menos eso creo yo que si alguien no te habla en mas de diez años compartiendo clase y justo empieza a hablarte después de contarte esa historia pueden surgir ciertas dudas.

-Mira Marta, no llevamos ni dos días de clase y ya hemos hablado más que durante el resto de años juntos en el colegio.- ¡Yo discutiendo el mitad de la calle!, ¡YO!, la persona mas tranquila que jamás ha existido.-Y siguiendo con esta conversación, no creo que hayas hablado conmigo solo por eso pero comprende que es extraño que una persona solitaria como yo, le hable tanto alguien como tu que siempre se ha relacionado con la gente mas popular del instituto. Aun con los problemas que has tenido con ellos me sorprende.

-Luis no creo que debas poner en duda el por qué me he decidido a hablar contigo, te he contado mis problemas este verano me he sincerado contigo y me he excusado una y mil veces por no fijarme en ti todo este tiempo, estuvo mal por mi parte lo se, pero tenía otras amistades que me presionaban.- Marta estaba a punto de llorar y casi no le salían las palabras pero no podía dejar de hablar.- No hablé contigo porque si no mis amigos me rechazarían y por aquel entonces aún pensaba que eran gente que merecía la pena cosa que se que ahora no son.

Lo pienso y no se porque reaccioné así, pero lo único que se me ocurrió en aquel momento fue secarle las lágrimas con mis manos, abrazarla lo más fuerte que pude y decirle al oído que se tranquilizase, que entendía perfectamente lo que había vivido ella todos estos años.

Marta me separó de aquel eterno abrazo ya más calmada y nos volvimos a quedar mirando fijamente. Fueron unos segundos que nunca sabré describir y así sin más, de pronto, sin esperarlo... ¡ME BESÓ!.

Anonadado y con la piel de gallina, me quedé allí plantado un buen rato mientras ella corría calle arriba de vuelta a casa sin haberme dicho nada después de aquel inesperado beso. Tras unos minutos en los que yo aun no era consciente de lo que acababa de pasar y ya había perdido de vista a Marta, regresé a la heladería cogí la chaqueta que allí había olvidado y regresé tranquilamente a casa.