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martes, 31 de julio de 2012

Un suceso inesperado.

Después de escuchar aquellas palabras salir de su boca, me quede un momento sin saber como reaccionar, solo pude balbucear lo que pretendía ser un "¡hola!". Estaba tan nervioso en aquel momento, mi cara debía estar tan sonrojada que ella debió notarlo, porque acto seguido me preguntó: 

- ¿Te encuentras bien?- Puso una mano sobre mi hombro y me miró a los ojos.

Comencé a sudar, el corazón se me iba a salir del pecho y para colmo ella esperaba una respuesta y yo no era capaz de articular palabra alguna. Entonces sin saber porque reaccioné así la abracé y para mi sorpresa ella no se apartó, me devolvió el abrazo aún mas fuerte que el que yo le di.

Toda esta situación era algo surrealista para mi. Cuando nos separamos de aquel inesperado abrazo, ella me miró a los ojos y pude ver como estaba completamente sonrojada. Tras unos segundos de completo silencio, recogió su bolso del suelo, se le cayó del hombro al darnos aquel abrazo, acelero el paso y la perdí de vista en pocos segundos.

Cuando conseguí darme cuenta de la hora que era, me coloqué bien la mochila a los hombros y salí corriendo hacia clase. Una vez allí busqué en las listas que clase me tocaba, me dirigí allí y conseguí entrar segundos antes de que el profesor cerrase la puerta. Una vez dentro, debía elegir un sitio rápido y sentarme, no podía pasarme el día de pie frente a todo el mundo. Así pues me fui al fondo de la clase y me senté en  el pupitre más alejado que había, solo, sin compañía.

Ya sentado y habiendo recuperado la respiración por la carrera que había hecho para llegar a tiempo a clase, mire a mi alrededor y pude ver las mismas caras de todos los años, la misma gente, el mismo profesor que años atrás había menospreciado mi capacidad y al que había demostrado que estaba equivocado.

Mi sorpresa llegó cuando en aquella clase pude ver efectivamente, todas las caras de siempre salvo una, la suya, la de aquella chica que nunca me había dirigido la palabra pero minutos antes me había abrazado como si no hubiera mañana. Me pasé las siguientes horas de clase con la mente en aquel momento tan extraño, dibujando en la mesa cosas sin sentido y pensando si no habría sido todo aquello producto de mi imaginación.

Llegó la hora del descanso y yo solo podía seguir sentado en mi pupitre absorto en mis pensamientos, hasta que el profesor me llamó para que saliese de clase y pudiera cerrar la puerta. Me dediqué el tiempo del descanso a caminar por el patio del instituto sin rumbo fijo, no tenía con quien ir ni con quien hablar.

Yo no sabía bien aún que había pasado aquella mañana pero pronto podrían despejarse mis dudas, no la vi a ella antes, pensé que podrían haberla cambiado de clase, aunque no le di importancia. Seguí andando por el patio y la vi, sola, en un banco, sin hablar con nadie. Aquello me resulto extraño, ella era una chica con muchos amigos que nunca estaba sola y menos aún sentada en un banco con mirada triste.

No sé que pasó por mi cabeza en aquel momento pero fui sin pensarlo con paso decidido a sentarme a su lado, no dije nada simplemente me puse a su lado y esperé para ver si ella reaccionaba a mi presencia. Ni se inmutó durante un buen rato, simplemente se dedicaba a escribir en un pequeño cuaderno.

Entonces ella se giró hacia mi, se quedó mirándome, arrancó una hoja de aquel cuaderno, me la dejó en la mano, se levantó y se marchó. Allí me quede yo, sin saber que hacer, sin saber si leer aquella nota o ignorarla por completo...

domingo, 29 de julio de 2012

El primer día de mi nueva vida

Y allí estaba yo, corriendo sin saber a donde iba, a donde me dirigía, por un callejón angosto y oscuro con apenas un ápice de luz a lo lejos. Se escuchaba apenas con claridad, el maullido de un gato y el ulular de un búho. En un abrir y cerrar de ojos todo se quedo en penumbra y poco a poco esa tenue luz desapareció y entonces, desperté, sudando, jadeando, y con el corazón en un puño.

Me paré y vi que todo había sido un sueño. Miré a mi alrededor sin levantarme de la cama, vi mi habitación tan desordenada como siempre, ropa por el suelo, por encima del escritorio sin dejar ver mi ordenador, por todos sitios menos en el armario, donde debería estar. También pude ver ligeramente unos libros, que asomaban tímidamente por debajo de la camiseta que me quite el día anterior.

Entonces me incorporé, me froté los ojos, y busqué a tientas las zapatillas por el suelo gélido de la habitación, las encontré, me las puse y fui al baño, acto seguido salí del baño y llegue al salón, allí estaba mi gato dormido, enroscado encima del respaldo del sofá, encendí el televisor me tumbé en el sofá a hacerle compañía al gato y pegué una cabezada en la que casi tuve la impresión de que pasaron años.

Me levante sobresaltado, pensando que llegaría tarde clase, pero aún faltaba más de una hora, así pues, me fui a la ducha aún medio dormido, me quité la ropa me metí dentro y encendí el grifo y sin ganas de nada dejé que el agua cayera sobre mi, 5 minutos después solo cayéndome agua sobre mi, me duche lo mas rápido que pude y salí de allí a buscar una toalla para secarme, me sequé el cuerpo y aún con el pelo mojado entre en mi habitación.

Una vez allí cogí ropa interior del cajón del armario, unos pantalones de encima de una silla y la camiseta que tapa los libros de encima del escritorio, me vestí y salí a la cocina para desayunar, me bebí una taza de leche, una tostada y corriendo volví a la habitación a recoger mi mochila y salir a prisa de casa, llegaba tarde, me había entretenido vistiéndome y tenía que llegar a clase en menos de 10 minutos, cuando siempre tardaba casi media hora, aunque ese camino se tardaba en hacer 15 minutos.

Caminaba lentamente por la calle, con apenas las primeras luces del día, muy a lo lejos pude ver que se dibujaba tímidamente la silueta de una mujer, aceleré el paso y en pocos minutos me puse a la altura de aquella silueta, y efectivamente era ella, la chica con la que nunca me atreví a cruzar palabra alguna, pero hoy algo había cambiado y fue ella la que se dirigió a mi, para mi asombro me hablaba sonrojada y con una voz suave y tímida dijo:

-Buenos días, cuanto tiempo sin verte, te he echado de menos.

Yo no me podía creer que eso me estuviese pasando a mi, más de 10 años en la misma clase y jamás me había dirigido la palabra. ¿Qué habría pasado aquel verano que yo me pasé sin ver a mis compañeros de clase?. Así empezaba, con aquella sorpresa y las dudas de ¿por qué?, el primer día de mi último año de instituto antes de ir a la universidad.